Un tercio de la población occidental padece “obesidad” en algún grado. Es el resultado de una acumulación excesiva de grasa corporal como consecuencia de un desequilibrio entre ingesta y gasto energético a causa de la gran disponibilidad calórica, que ha puesto en marcha mecanismos genéticos preparados para situaciones de escasez alimentaria que nos han llevado al aumento de esta enfermedad.
Se considera que los factores genéticos influyen un 70% en la aparición de la obesidad, y únicamente un 30% se explica por factores ambientales. Si consideramos que la carga genética no se modifica, tenemos que pensar que el aumento tan rápido de la enfermedad en países desarrollados, se debe a cambios radicales en los “hábitos de vida y alimentarios”, que suponen un cambio severo en la ecuación energética: “mas ingesta calórica y menos gasto energético”.
Los pacientes con obesidad ven muy mermada su salud, y poco a poco se van deteriorando la mayor parte de los órganos y sistemas.
Dentro de la Cirugía General y del Aparato Digestivo, la “Cirugía de la Obesidad” cambia la anatomía funcional del aparato digestivo, modificando aspectos muy variados, complejos y específicos, que por su dificultad conceptual y técnica requieren una dedicación especial de los equipos o unidades multidisciplinares, donde actúan conjuntamente enfermeros, pediatras, especialistas en nutrición, endocrinólogos, psicólogos y cirujanos.
Con esta cirugía conseguimos “recuperar la salud perdida”. Realizamos una cirugía funcional sobre el aparato digestivo, no se trata pues de cirugía estética como algunos creen, aunque indudablemente ayuda a mejorar la imagen al reaparecer rasgos físicos de años anteriores que se habían borrado, y de alguna manera recuperar la consideración social dañada y la autoestima disminuida por la enfermedad. “El paciente obeso es una víctima, no un culpable”.
La obesidad es una enfermedad de origen multifactorial, esta complejidad explica la necesidad de recibir una información exhaustiva para poder tomar la trascendental decisión de pasar por quirófano, comprender la técnica elegida para cada caso, conocer los riesgos, y lo que cada persona espera obtener con “su intervención quirúrgica”.
Básicamente ésta cirugía consiste en, por una parte “reducir el tamaño del estómago”, y por otra, se puede añadir o no, otro procedimiento que “impida el proceso de absorción de grasas”. Además la cirugía bariátrica conlleva una “modificación en el proceso de liberación de ciertas hormonas digestivas”, poniéndose en marcha cambios realmente sorprendentes, como pueden ser, disminución del apetito, recuperación de la saciedad y mejoría o resolución de la diabetes tipo II.
De esta manera conseguimos cambiar radicalmente los hábitos alimentarios, reduciendo la ingesta de calorías y el almacenamiento de las mismas en el tejido adiposo.